Si Narciso llego a sufrir carencia de amistades en sus etapas de gestación de identidad, el hombre del altavoz no conoció la soledad en esa etapa de su vida. Fue amado por el adolescente común durante toda su preparatoria, entendía mucho de las relaciones humanas y supo siempre crear el lazo indicado con cada uno de sus compañeritos.
Sexo: Masculino.
Aun en el momento que trata esta lectura, el hombre del altavoz –al que a partir de ahora llamaremos Armando, en referencia a su nombre, Armando Montecinos- causaba simpatía a casi todo ser que se topaba con el. Había descubierto desde su juventud el poder de una sonrisa y desde siempre lo volvió como su mantra. No pasaba un día de su vida en el que no recurriera a metáforas absurdas que hablaban sobre patos feos que se vuelven cisnes; pequeñas parábolas que el erguía en sus charlas como lecciones de filosofía, de las mas profundas y verdaderas, de las que decididamente deciden eliminar a la competencia simplemente ignorándola.
Había una en especial que lo hacia llorar. Una viejita que lanzaba semillas con enérgica decisión a los peatones desde el interior de un autobús. Armando –dejémoslo en "el hombre del altavoz", que le queda mejor- pasaba por alto el detalle del daño que sufrían los pobres nómadas de la ciudad al recibir sendos semillazos de toda índole de flora floral. Supone este narrador que ni siquiera la viejita sabia del daño que causaba a los pobres peatones al aventarles semillas indiscriminadamente. En fin, la mujer de la historia era una gran lección de vida para los que conmovidos escuchaban la historia, alguna especie de metáfora que de alguna manera motivaba a la audiencia a algo. Algunas mujeres liberaban una lágrima al final. El caso es que al hombre del altavoz le gustaba ser de alguna utilidad.
-Me conformo con que se lleven algo de estas platicas- Algunas personas sentían en esta frase una burla ya que no había nada que llevarse, ni siquiera un refresco, o unas galletitas.
Fue por este inigualable talento que se le abrió al hombre del altavoz la oportunidad de portar el altavoz que ahora lo caracterizaba como el hombre del altavoz.
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