Nombre: Narciso Rodolfo Luz.
Ella sabía muy bien que estaba pasando. Había tenido que lidiar con el durante más de 17 años.
-Sr. Luz, ¿Quiere hablar de lo que lo aqueja?
-¿Me permite informarme cuales son sus motivos para entrometerse?
-Solo creo que su vida, como cualquier otra, vale mucho, y es mi deber tratar de hacerle saber que cualquier aflicción que lo persiga es minima en relación con lo hermoso que abunda alrededor de usted, hermosura hecha de pequeños detalles.
-Son los pequeños detalles lo que más me altera de todo esto.- Replicó convencido el suicida, como si hubiera estado esperando durante toda la incomoda conversación para ese cómodo momento.- Me parece a mi que usted no tiene la construcción intelectual que poseo yo, y que, aunque entiendo los razonamientos obtusos de su persona, no tiene ni la menor idea de lo que en mi vida esta sucediendo. Para ser exacto, todas las vidas humanas son afectadas por la misma maldición que me aqueja, para ponerlo en sus palabras, y nadie esta libre de ello. Y los pequeños detalles, con respecto a esto, no hacen un carajo.
-… -Estos puntos suspensivos vienen a representar el silencio inevitable que logro articular el hombre del altavoz.
El hombre del altavoz lucia irritado y temía perder la paciencia cuando la mujer llego a charlar con el.
-No vaya a tirarse por favor, déme un minuto –en este momento el hombre del altavoz ya se daba estos lujos- para charlar con esta conocida suya.
-Tengo todo el tiempo del mundo.
Nombre de sus padres: No se sabe nada de aquellos personajes.
No había ya nadie en este mundo que conociera el nombre con el que el suicida en cuestión había sido bautizado. Tal vez sus amigos de la infancia, aunque el rotundamente negaba haber tenido verdaderos allegados hasta muy entrada su adolescencia. Fue al cumplir la mayoría de edad cuando decidió hacer esa modificación en su nombre. El lector ahora creerá que el nombre elegido pretende representar algo, algún mensaje que el suicida en cuestión quería enviar. La mujer ideó el nombre. La verdad era que ella había sido la líder y directora de todos los drásticos cambios en la vida de Narciso; no esta demás decir que ahora estaba completamente arrepentida.
-Me comenta la señora que usted no es un simple escritor, sino que tiene ya un vasto y agradable compendio de divertidas e inteligentes obras.
-¿A que viene todo esto?
-Me ha hecho saber también que antes de sumirse en esta tormenta de pensamientos negativos e interminables depresiones llego a escribir usted sobre la bellísima aventura que es esta vida.
-¿Y supongo que ahora usted piensa que tengo yo que responder a mis palabras y probarle algo?
-Probarme a mi nada, probárselo a usted mismo.- Contesto el hombre del altavoz, mas con color de reto que de motivación, como demostrando que en realidad si estaba exigiéndole que probara algo.
-Verdaderamente ridículo.-Se figurara el lector el tono con el que el suicida escupió esta frase.
Llegó a elaborar textos que trataban sobre lo feliz que puede llegar a ser uno en esta vida y sobre la plenitud que dejan los pequeños detalles, el amor y esas cosas. Esta etapa de su vida fue breve y extrañamente coincide con el inicio de su relacion con la mujer que ahora miraba sin mucho interes su actual y aparatosa tentativa de suicidio. Dejo de ser un revolucionario muy pronto, pero gracias a dios tardo mucho en llegar a este estado absoluto de melancolía despedazadora. A pesar de esto, un servidor no encuentra tanta diferencia entre ninguno de los ideales de el suicida.
Regresando a su obra: después de algunos cuentos publicados en impresiones de sus universidades, culmino por fin una larga novela. Muy mala por cierto.
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