En el Sinaí

Dicen que Moisés lo subió, que dejó a su pueblo para ver a Dios, hablar con dios, recibir de Dios sabiduria, contemplarlo, escuchar su palabra. Pero no. Moisés abandonó a su pueblo en medio de un éxodo a ningún lugar. A reclamar una promesa, de un lago donde habrían de construir la ciudad mas grande del mundo en un islote, donde las serpientes luchan por su vida contra águilas y donde la reelección no existe, y la promesa de la plena democracia. O la otra promesa, la de un cuerpo político que garantizara al proletariado la igualdad de clases, o la otra, la del progreso, y la tecnologia, y la salud, o la de la espada atorada en una piedra, o la otra, la de la unificación y el retorno de la nación romana, o el gobierno de una Florencia caótica, o la de un imperio de raza aria, y todos los presagios de la era de acuario, o la de su casa propia, no rentada, patrimonio y empleo, y el fin de la corrupcion, del mundo de valores y del justo medio y de Jerusalén y de la maldita tierra prometida (prometida a mas de uno).

Y dicen que este es un compromiso, que nos conceden el deseo a cambio de obediencia, de lealtad, de una frotadita a una lámpara en medio del desierto, de un juramento al fhurer, y a la celosa guarda de los sacramentos, y de el voto, por el bien publico, y del granito de arena y de el esfuerzo y de la disciplina y de la total sumisión a dos piedras con jeroglíficos.

No es eso. Es mucho menos irregular y amorfo, pero mas simple y triste. Moisés subió a luchar contra el diablo y sus demonios, subió solo, egoista, conciente de su calaña de héroe, de líder y de filósofo. Subió seguro, parado en una horda de inocentes, de laicos, de moscas y campesinos que eran su unico sustento. Pero subió también sin armas ni argumentos, sin fuerza ni necesidad. Y fracasó rotundamente. Ahi donde sólo se puede ir en soledad, donde está uno desamparado en silencio, ahi es donde se lucha.

Contra el demonio no se gana. O los que han ganado no hablan, ni prometen, ni regresan.

Amsterdam

Una profesía dice que entraáa una estampida de barcos(no una flota, una estampida he dicho), y que arrasarán con todo a su paso. Mujeres, Niños, Hombres y aparatos flotantes. Destruirán esos bonitos puentes que llevan a los holandeses y a unos cuantos turistas (o a los turistas y a unos cuantos holandeses) de un lado al otro de los canales. Entrarán en la ciudad repentina y estrepitosamente, y sin desperdiciar lenguaje saldrán intactos y victoriosos.