El suicidio de Narciso Luz (Parte VI)

-¿Gustan algo de beber? ¿Café, Té?
-Agua por favor- Respondieron ambos al unísono.

Se conocieron antes de enamorarse, pero cuando se enamoraron fue algo fuerte, poemas de amor y toda la cosa. Era una experiencia hilarante verlos en sus inicios. Los poemas eran aun más cómicos. La parte negativa del asunto es que eran demasiados. No había uno solo que no mencionara flores. La mayoría estaban acompañados con dibujos de corazones. Uno hablaba de buscar diamantes en no se donde y de bajar estrellas y de algo relacionado con la luna y un jardín. Eso llenaba cajas en sus armarios.

Nacionalidad: Mexicano.

La sala era como cualquier pequeña sala de un departamento en la condesa, zona en la que frecuentemente el suicida y su inapetecible grupo de amigos frecuentaban. Les gustaba sentirse como intelectuales franceses. Uno de ellos se atrevía a asegurar que en México no se daban los intelectuales como en Francia porque las taquerías y cantinas no se prestaban para la discusión académica como las brasseries parisinas.

Esta vez no se trataba de una congregación de intelectuales desempleados dedicados a beberse el dinero que debía alimentarlos. Sino de un suicida y un hombre con un altavoz, que en la sala del suicida discutían. El velludo hombre del altavoz, en contra de sus intereses, apelaba a los arco iris para disuadir al suicida de cometer el acto que hoy lo caracterizaba como tal.

-Sabe que no tiene que volver a lo mismo, hay grupos, hay maneras. Existe allá afuera todo un mundo de posibilidades que puede utilizar para dar un vuelco positivo a su vida.
-No se trata de lo que hay allá afuera, allá afuera no existe, todo esta dentro. Además, cualquier opción, y créame, las he probado, cualquier opción dejará el mismo vacío en mi. La misma sensación de que nada me llena.
-Ay Narciso, no se trata de llenar nada, como si fueras un saco de papas o qué, ¿que carajos hay que llenar?- Dijo la mujer.

Había hecho cuanto le plació, viajes, estudios, obras. Sabía ingles, naturalmente, francés, italiano, latín. Nunca aprendió alemán, siempre dijo que intentar construir una frase en ese idioma era como enfrentarse a un problema de cálculo avanzado, y como triste humanista, nunca le llenaron las matemáticas. Era una persona con una vida muy cómoda, como ya se ha dicho.

Nivel de Estudios: Completó la carrera y una maestría con honores. Se decía que sus padres estaban muertos a esas alturas de su vida. Se decía esto porque nadie los había visto, pero el suicida nunca dejo de verlos. Solamente no los presentó a nadie.

-Después de tantos años sigues sin entenderme.- Dijo el suicida a su mujer.
-Intenté hacerlo hasta que descubrí que no había nada que descifrar, últimamente solo creo que eres un fraude, un pobre diablo- Probablemente ya se lo había figurado antes.

Sonó el teléfono. Algún amigo que estaba viendo todo por televisión.

-Si- dijo Narciso al contestar.
-No, no, no.
-Si, claro.
-No, no.
-Si, si, si.
-Adiós- Se alcanzaron a escuchar gritos de lamentación por el auricular antes de que el suicida colgara como si terminara con la conversación más casual de su vida.

Lugar de Nacimiento: México, DF. Vivió en varias zonas del DF, pero nunca en otra ciudad. Pero fue como si hubiera vivido en todo el mundo, una ciudad tan grande es como muchas ciudades diferentes.

El hombre del altavoz no sonreía y estaba muy cerca ya de rendirse. Sabía que todavía le quedaban algunas estrategias aprendidas en el taller de psicología, pero no se atrevería a apostar en ellas su esperanza. “Es más fácil con las anoréxicas”, pensó.

-¿No le parece algo cobarde esta salida?
-No.
-¿Y si se da unas vacaciones junto al mar?
-¿El mar?, el mar es la cosa mas sobrevaluada de este mundo.
-¿No cree tener la capacidad, que claramente veo en usted, de enfrentar a la tormenta y salir victorioso?
-Ridículo- Dijo esto por última vez y se retiro del apartamento.
-Bueno- el hombre del altavoz bebió un último trago de su vaso y se levantó- ahora queda en sus manos.
-¿En las manos de quien? No ve que ni siquiera tiene manos.

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