the dentist of absolute truth

There was once a dentist who needed attention,
he found himself hating bad breath.
Moments came when he wished
his teeth forever to be washed
to the killer knowledge that was yet to be found.

He grabbed his things,
his dentist instruments,
and hid himself from his family and friends.

One by one he watched each tooth,
analized it.
Qne by one he savagely extracted them.
Threw them in a bucket next to him,
a really nice yellow bucket now full of blood and teeth.

He soon trashed it away.
As soon as that...
He reached conclusions
that made him think
that he was being silly.
As soon as that repentance came.

He found the tooth and made a denture,
an almost false denture that worked alright,
just before he came to know,
again,
that silly he was, and silly was all.

He now runs a weird business,
that takes your teeth and replaces them,
with very witty (sometimes sad) dentures
that answer to the owners personality,
if any.

alguien dijo...

Alguien dijo que los poetas eran el inconsciente de la sociedad.

¿Como haremos para analizarla?

32

I have serious problems trying to understand the difference between 50,000, 1,000,000 or several billion years ago. When people talk to me about dinosaurs or big bangs, I don't get how time and matter got from one to the other. Everything clears itself when it gets to the middle-east post-cavemen, or the people that crossed the frozen sea at Bering, I get it from there. Before that everything is a blur. It's just that the Bible timeline makes so much sense.

El suicidio de Narciso Luz (Parte VIII y final)

-Hola ¿Cómo te fue?- Pregunto la mujer del ferretero al ferretero.
-Bien- contestó el ferretero, decidido a ser ferretero para siempre.

Le hubiera dado gusto saber que toda la obra del suicida fue destruida apenas terminaron los funerales.

El suicidio de Narciso Luz (Parte VII)

Fecha, hora y lugar de la defunción: 17 de octubre de 2009, 3:44 a.m., Hospital Español, México DF.

Era muy tarde y la mitad de los curiosos ya se habían marchado, solo los que se marcharon se dieron cuenta de lo morbosos que habían sido. Los que seguían ahí de verdad no tenían nada más importante que hacer, nada más importante que hacer en el DF. Nada más importante que hacer en este mundo.

Narciso subió a la azotea en el mediodía, subió por un juego que estaba realizando con un par de niños del vecindario. Conocía a los niños desde hace meses y los invitaba a jugar frecuentemente, al parque -que quede claro, en un lugar publico. Estaba enfrascado en un proyecto de novela que comprendía la vida de una manada de infantes, y no quería caer en el mismo error que todos los autores caen cuando escriben niños. No quería dibujarlos como seres con raciocinios de persona mayor, no quería que los diálogos fueran falsos, no quería enviar mensajes alegóricos por medio de la conducta de los pequeños, quería reproducir la inocencia de los niños a la perfección.

Como si los niños fueran inocentes.

El mismo fue un niño tranquilo, aunque activo a su manera. Antes de volverse adicto a los libros fue adicto a la televisión, aun así tuvo todo el tiempo del mundo para atiborrarse de tiras cómicas, en general fue un niño sedentario con mucho tiempo libre. No fue un niño despreciable. Si tuvo su dosis de insoportabilidad, como cualquier otro niño sin enfermedades de parálisis, pero esta estaba dentro de lo aceptable para un feto de cocainómano.

Contaba su madre que cuando era muy pequeño le costo mucho trabajo aprender a hablar, su primera palabra la exprimió a los 2 años y medio. Después de ese momento se le vino una tremenda avalancha de lenguaje para todos incomprensible. Al principio pensaron que el niño era idiota, como su padre solía remarcar a todas las personas que tenían el tacto para preguntar por su estado.

-Es idiota- Decía.

Era un padre cariñoso.

No tenia tanto de idiota, deshabilitado sí, era anósmico –como ciego, pero del olfato, por eso no le gustaba el vino- pero no idiota. Como les hizo saber la sirvienta, lo que el niño hablaba era una lengua del sureste mexicano. Lo primero que hicieron fue despedir a la criada. No fue un despido en el laboral sentido de la palabra, fue más bien como una expulsión agresiva, como si estuviera sacando cucarachas. Salió despedida de esa casa –creo que esta oración lo aclara. Se tardaron más en enseñarle el castellano.

Ya no conocía ni una palabra de esa lengua. No recordaba tampoco esa anécdota.

Volviendo al juego con los vecinos, este consistía en lo siguiente: Los niños esperarían en la acera frente al edificio con un par de globos repletos de helio a que Narciso se asomase por el borde superior del edificio. Cuando el futuro suicida les hiciera la señal, soltarían sus globos uno a uno y el intentaría atraparlos. Nada complicado ni divertido.

Los niños se llamaban Luis y Absalón. Uno de ellos era de una familia de clase media alta de la zona. El otro limpiaba parabrisas mientras su madre solicitaba contribuciones a los conductores. Luis era rubio y notoriamente alto para su edad, solía vestir jerseys de equipos de soccer foráneos y pantalones de mezclilla. Poseía un par de zapatos tenis para casi cada día de la semana y estudiaba en una escuela privada de la colonia. Absalón era pobre.

En la escuela el suicida fue un niño marginado, y si a eso le sumamos lo dramático que era, entendemos porque su padre se sorprendió cuando le contó de su matrimonio. Sí, recibió bastantes embestidas de sus compañeritos desalmados, pero le dolían más de lo que en realidad eran. No era su culpa. Era un chico anónimo para sus profesores de primaria, solo un día figuró en clase, cuando lo mandaron por un reporte. Fue un triunfo para el.

-Ve a la oficina del prefecto.
-¿Por qué?
-Porque digo yo.

Ahora estaba en la azotea de su edificio, no logró recordar de la causa de su reporte.

Causa(s) de la muerte: Fuerte caída acontecida el día 14 de octubre del 2009. Lesión craneoencefálica con fractura de cráneo y laceración cerebral del hemisferio derecho. Muchos más huesos quebrados. Pasó tres días en el hospital. Varias personas fueron a visitarlo, tuvo tiempo de rehacer su testamento. Muchos se despidieron de el, algunos pocos lo insultaron. Algunos esperaron su recuperación que más bien pintaba como resurrección. Tardo alrededor de tres días en morir.

Al ver a los niños liberar sus globos, entendió que tenia una salida. En los globos se proyectó a si mismo como un ser capaz de liberarse. De verdad creía que los globos se emancipaban de los niños como el debía hacer de sus ataduras morales, físicas, sociales. Tomo su decisión, tardo varias horas en tomarla en realidad.

Finalmente se lanzo, todos lo vieron. Los paramédicos entraron en escena de inmediato. Se dispersó la multitud. Se fueron hablando de ese loco y el tema duro unas semanas. Tardo tres agonizantes y terribles días en morir. Murió a los 36 años. Todos los demás participantes de este relato fueron relativamente felices para siempre.

El suicidio de Narciso Luz (Parte VI)

-¿Gustan algo de beber? ¿Café, Té?
-Agua por favor- Respondieron ambos al unísono.

Se conocieron antes de enamorarse, pero cuando se enamoraron fue algo fuerte, poemas de amor y toda la cosa. Era una experiencia hilarante verlos en sus inicios. Los poemas eran aun más cómicos. La parte negativa del asunto es que eran demasiados. No había uno solo que no mencionara flores. La mayoría estaban acompañados con dibujos de corazones. Uno hablaba de buscar diamantes en no se donde y de bajar estrellas y de algo relacionado con la luna y un jardín. Eso llenaba cajas en sus armarios.

Nacionalidad: Mexicano.

La sala era como cualquier pequeña sala de un departamento en la condesa, zona en la que frecuentemente el suicida y su inapetecible grupo de amigos frecuentaban. Les gustaba sentirse como intelectuales franceses. Uno de ellos se atrevía a asegurar que en México no se daban los intelectuales como en Francia porque las taquerías y cantinas no se prestaban para la discusión académica como las brasseries parisinas.

Esta vez no se trataba de una congregación de intelectuales desempleados dedicados a beberse el dinero que debía alimentarlos. Sino de un suicida y un hombre con un altavoz, que en la sala del suicida discutían. El velludo hombre del altavoz, en contra de sus intereses, apelaba a los arco iris para disuadir al suicida de cometer el acto que hoy lo caracterizaba como tal.

-Sabe que no tiene que volver a lo mismo, hay grupos, hay maneras. Existe allá afuera todo un mundo de posibilidades que puede utilizar para dar un vuelco positivo a su vida.
-No se trata de lo que hay allá afuera, allá afuera no existe, todo esta dentro. Además, cualquier opción, y créame, las he probado, cualquier opción dejará el mismo vacío en mi. La misma sensación de que nada me llena.
-Ay Narciso, no se trata de llenar nada, como si fueras un saco de papas o qué, ¿que carajos hay que llenar?- Dijo la mujer.

Había hecho cuanto le plació, viajes, estudios, obras. Sabía ingles, naturalmente, francés, italiano, latín. Nunca aprendió alemán, siempre dijo que intentar construir una frase en ese idioma era como enfrentarse a un problema de cálculo avanzado, y como triste humanista, nunca le llenaron las matemáticas. Era una persona con una vida muy cómoda, como ya se ha dicho.

Nivel de Estudios: Completó la carrera y una maestría con honores. Se decía que sus padres estaban muertos a esas alturas de su vida. Se decía esto porque nadie los había visto, pero el suicida nunca dejo de verlos. Solamente no los presentó a nadie.

-Después de tantos años sigues sin entenderme.- Dijo el suicida a su mujer.
-Intenté hacerlo hasta que descubrí que no había nada que descifrar, últimamente solo creo que eres un fraude, un pobre diablo- Probablemente ya se lo había figurado antes.

Sonó el teléfono. Algún amigo que estaba viendo todo por televisión.

-Si- dijo Narciso al contestar.
-No, no, no.
-Si, claro.
-No, no.
-Si, si, si.
-Adiós- Se alcanzaron a escuchar gritos de lamentación por el auricular antes de que el suicida colgara como si terminara con la conversación más casual de su vida.

Lugar de Nacimiento: México, DF. Vivió en varias zonas del DF, pero nunca en otra ciudad. Pero fue como si hubiera vivido en todo el mundo, una ciudad tan grande es como muchas ciudades diferentes.

El hombre del altavoz no sonreía y estaba muy cerca ya de rendirse. Sabía que todavía le quedaban algunas estrategias aprendidas en el taller de psicología, pero no se atrevería a apostar en ellas su esperanza. “Es más fácil con las anoréxicas”, pensó.

-¿No le parece algo cobarde esta salida?
-No.
-¿Y si se da unas vacaciones junto al mar?
-¿El mar?, el mar es la cosa mas sobrevaluada de este mundo.
-¿No cree tener la capacidad, que claramente veo en usted, de enfrentar a la tormenta y salir victorioso?
-Ridículo- Dijo esto por última vez y se retiro del apartamento.
-Bueno- el hombre del altavoz bebió un último trago de su vaso y se levantó- ahora queda en sus manos.
-¿En las manos de quien? No ve que ni siquiera tiene manos.

El suicidio de Narciso Luz (Parte V)

El hombre del altavoz era alto, muy alto y muy flaco. Llevaba en el rostro una cantidad insólita de vello facial. No padecía calvicie en ningún rincón de su cabeza. Cubría sus piernas con largos pantalones de pana que con todo no terminaban su trabajo y dejaban descubiertos los tobillos. En el tronco superior vestía una camisa de manga larga, que se arremangaba hasta antes del codo, como inutilizando valiosos centímetros cuadrados de tela que bien hubieran servido para fabricar la indumentaria completa de un bebé.

Estaba sudando, mucho.

-¿Entonces?- Pregunto ansioso a la mujer que recién evacuaba del edificio.
-Dijo que si, siempre y cuando sea en nuestra sala y venga usted solo.

Después de hacer una señal al escritor, la dama le indico al hombre del altavoz el camino. Tras el hombre del altavoz emprendió su propia marcha el ferretero, que aún se sentía involucrado –más bien herido- y quería arreglar ciertas cosas por su cuenta. Respiraba pesado, como un centurión romano decidido y mentalizado ante una batalla. Se desilusionó cuando la mujer le hizo saber que no era requerido (a estas alturas ya se había hecho a la idea fuertemente de que un ferretero no figura nada en la vida de nadie y por primera vez en 14 años volvió a contemplar el suicidio).

Estado Civil: Casado. Fue poco antes de proponerle matrimonio a Marcela cuando Narciso concluyo su primera novela. Les gustó a ellos nada más.

Trataba sobre un joven geólogo que inspirado en historias sobre grandes buscadores de tesoros ponía en marcha una investigación ambiciosa en busca de oro en Centroamérica –algo así como El Dorado pero aun enterrado por las fuerzas geológicas-. Para hacer el cuento corto -aunque en realidad si fue muy corto-, el joven encuentra algo que a su parecer es una mina de oro en Panamá y con grandes esfuerzos consigue el apoyo de un reconocido minero mexicano que lo apadrina como a un elegido que le traería fortunas inigualables. Resulta que todo era un error y no hay oro y ahora el joven geólogo tiene que huir de la mafia de los mineros que lo quieren matar hasta que lo matan.

Era ridícula y, fuera de algunos amigos y un estúpido profesor de universidad, fue vista como papel de reciclaje. Lo mas triste es que guardaba con celo y nostalgia el momento en que culmino esa aberración, lo valuaba aun mas que su noche de bodas.

Habían pasado 17 años y ahora estaba sentado en su sala, compartiendo el más incomodo de los silencios con la sonrisa más peluda del mundo y su flácida mujer.

-Me gusta la decoración.
-¿Hay algo que no le guste?- Vocifero con hostilidad Narciso, como si el hombre del altavoz fuera un invasor a sus meticulosos planes.
-Para empezar…- No pudo ni quiso decir nada.

La mujer de Narciso permanecía callada y distante, como si no le preocupara el desenlace de lo que fuera que estaba pasando.

-Por favor dígame, -con esta dulce demanda intentaba transformar ese campo de batalla en una sala de confidencias, cosa que de cierto modo lograría- ¿Qué es lo que lo tiene pensando en quitarse la vida?

Estado Civil: El hombre del altavoz no comprendía como se pudo alguien casar con ese imbecil.

El suicidio de Narciso Luz (Parte IV)

Fecha de nacimiento: 18 de Noviembre de 1972

El suicida tenía al momento de la presente tentativa de suicidio la edad de 36 años.

-El hombre esta atado al mundo físico, a su existencia en un cuerpo, pero sobre todo a la existencia de la sociedad, y por eso esta maldito.- Gritó Narciso en tono triunfal.
-Pero…
-Es por esto que he decidido huir ya de este suplicio como prueba absoluta de mi libertad.

En ese momento apareció la mujer a su lado, como para poner en marcha un clavado sincronizado al abismo eterno.

Era una mujer fuerte, poderosa, de esas que evolucionan de ser chicas agradables y hermosas a ser madres sólidas, abuelas cariñosas, pero sobre todo, viejas masculinas e intimidantes. Esas musculosas ancianas que hacen dudar a uno que alguna vez fueron atractivas. Aun era joven esta dama y se dudaba a su alrededor el hecho de que algún día pudiese volverse madre. Ahora se desvanecían todas sus esperanzas –si es que albergaba alguna, no en el sentido de que deseara pequeños, sino el sentido de querer procear en sí.

Obviamente no buscaba lanzarse con el. Seguía estimándolo, sorprendentemente no le parecía desagradable.

-Oye, dice el carbón del altavoz que si puede subir a decirte algo.
-Explícame que esta pasando.- Replicó desconcertado.
-Estas en el techo del edificio y mandaron a este hombre a convencerte de que no te tires.

Se conocieron extremadamente jóvenes, de la misma edad ambos. Para el fue su primera experiencia amorosa y como tal fue fuerte. Ella se cegó por el talento de el –si es que tenía algo- y se sumió mas que él en el letargo amoroso. Ambos estaban enamorados aun más de las letras y creían poder hacerlo todo. Ella esperaba que de el deviniera un magnifico y triunfante autor de toda clase de obras literarias.

No tardo mucho en llegar la decepción.

Se llamaba Marcela, no era fea. Mas bien si, era un poco fea. No era muy fea. Había leído desde su infancia todo lo que halló sobre literatura latinoamericana, estaba fascinada por lo que surgía en su región del mundo y defendía a capa y espada a esta rama de las letras como la más grandiosa de todas. Subrayaba todos los textos que leía, cosa que Narciso encontraba por de mas ridícula –se percatara el lector con el paso de este relato como el suicida en cuestión encontraba esta última palabra útil para definir a las innumerables situaciones con que no concordaba.

Encontrar a Narciso fue un parte aguas en su vida, “su propio García Márquez”, pensaba ella. La farsa que representaba Narciso se develo Marcela dos años después de conocerlo, cuando ya estaban comprometidos para la unión sagrada del matrimonio. Descubrió la basura que eran sus escritos y vió el desastre en que consistía su novela. No lo abandono. Por el contrario, permaneció a su lado, asesorándolo e instruyéndolo. En verdad fue ella la que estuvo detrás de toda su obra posterior, la propietaria intelectual de su lodosa antología. Porque, eso si, ni entre los dos hicieron algo que mereciera algo mas que la hoguera.

-Me dijo que te diga que si no podemos hacer una pausa a todo este desmadre.- La proposición le pareció, como el lector se habrá figurado, ridícula, o cual no evito que accediera a ese receso inesperado.